La enfermedad celíaca o enteropatía inducida por el gluten, es una de las enfermedades crónicas gastrointestinales más frecuentes en los niños y adultos. Su existencia ya se conocía en la antigüedad. Ya en el siglo II, Areteo de Capadocia hacía referencia a sujetos desnutridos, con deposiciones abundantes y malolientes, que empeoraban cuando ingerían trigo, producto que fue la base de la alimentación de la humanidad.
Pero fué Samuel Gee quién, en 1888, publicó por primera vez una descripción clínica tan detallada que no pudo ser aún superada, de la enteropatía por gluten, él le dió el nombre de enfermedad celíaca (koelios = vientre) y en adultos por Thaysen. Esta enfermedad recibió múltiples denominaciones: Esteatorrea Idiopática, Esprue no Tropical, Enfermedad Celíaca del Adulto, Enteropatía Inducida por Gluten. En 1950 Dicke, un pediatra holandés comprobó que la enfermedad celíaca se desencadenaba al ingerir, los sujetos predispuestos, harinas de trigo y centeno. observó que durante el racionamiento de trigo en la segunda guerra mundial, disminuyó la incidencia de ”Esprúe Celíaco”. Posteriormente cuando los aviones suecos trajeron pan para Holanda esta enfermedad volvió a presentarse, confirmando así la importancia del trigo en la génesis de la enfermedad. Tres años más tarde, este autor, junto con Weijers y Van de Kamer demostraron que la acción tóxica de la harina estaba ligada a la fracción proteíca de los cereales, el gluten, y más concretamente, a la gliadina.
En 1955 se comenzaron a realizar por primera vez biopsias de intestino delgado, lo que permitió conocer las alteraciones morfológicas que se producen en las personas intolerantes al gluten cuando lo consumen, aportando al mismo tiempo un método de diagnóstico rápido y eficaz.